Refutando dichos: Rombandía (cuarta parte)

Trompa, la omnipresente Trompa nunca imaginó que llegarían días rojos.

Los pueblos unidos por el ejército de liberación y la buena onda del rey marcaron a fuego un cambio histórico al mando de Amadetti Camadentri.

 

El mundo no volvió a ser el mismo y los mapas se vieron modificados.

 

Ruperto Angoletti despertó y vio a su cocinero que se sacaba el armadura, gastada, poblada de sangre seca y rayada por las espadas trompetas.

El rey mandó a la horca a Amadetti Camadentri.

 

Al presentarse frente al pueblo sus ojos no podían comprender lo que tenían en frente. Miles y miles de ofrendas se posaban en los escalones del palacio de Rombandía.

Todos los pueblos del continente vitoreaban.

 

«¡Salve oh! ¡Ruperto rey y libertador de Los pueblos unidos por el ejército de liberación y la buena onda del rey!»

 

Así nació uno de los primeros ejemplos refutadotes de nuestra vasta historia.

 

Ruperto Angoletti, rey de Rombandía y libertador piola se convertiría para siempre, para dolor de cabeza de historiadores e investigadores, le guste o no a Felipe Pigna: en el primer caso de un cagón que hizo historia.

 

FIN

Refutando dichos: Rombandía (tercera parte)

«¡Hoy no es un día cualquiera!»

 

Gritó con énfasis posicionándose con su caballo de costado y la mirada perpendicular al ejército que de a poco acomodaba sus líneas.

 

«¡Acá al fondo no se escucha!»

 

Gritó un mapuchero. Todos coincidieron en un gran «¡SHHHH!» mientras el falso rey no detenía su discurso.

 

«… dentro de nuestros corazones ¡¿SI O NO?!»

 

Todos se miraron.

 

  • – ¿Si o no qué?
  • – Que se yo, si todos están haciendo ruido.

 

Ante el silencio Amadetti bramó

 

«¡¡¡¿¿¿SI O NO???!!!»

 

«¡¡¡SIIIIIII!!!»

 

El ejército se encendió y emuló un trueno.

Amadetti alzó la bandera, se perfiló hacia la entrada de la gran Trompa, los trompetas estaban al tanto y aguardaban preparados.

 

Los arzobinches por la derecha, los canabiersos por la izquierda, los mapucheros por atrás, los rombandeños por el frente y los varborenses cubriendo la retaguardia.

Refutando dichos: Rombandía (segunda parte)

El más amanerado de los Varborenses, el Principal Absticsics Segundo había cocido y confeccionado la famosa e inolvidable bandera de «Los pueblos unidos por el ejercito de liberación y la buena onda del rey» la cual llevaba Amadeo al frente del imponente ejército de quichicientos mil hombres.

 

Los Canabiersos compartieron la pipa de la paz y todos, absolutamente todos creyeron que que era marihuana (por aquella época recién se le decía marihuana a la marihuana, antes se le decía zarigüeya hasta que se descubrió que la zarigüeya era un animal) así que se pasaron la noche creyendo que estaban drogados.

 

Al llegar al Saladillo de Trompa, el cual estaba a quince kilómetros de la entrada, Amadetti clavó la bandera en la arena. No flameaba porque no había viento, Camadentri no era ajeno a esos detalles y sabía que le restaba presencia una bandera que sólo colgaba de un palo, inmediatamente le ordenó al arzobinche que tenía más cerca que sostuviera la insignia y la moviera simulando la danza del viento.

Refutando dichos: Rombandía (primera parte)

Esta unidad abarcará parte de la historia que rodeó a Ruperto Angoletti en plena gobernación de su poco amada Rombandía. Épocas de arcos, flechas, espadas y bastos.

Conocedor del deseo más puro del pueblo, Angoletti declaró: «si queréis libertad tendréis futuro» frase que quedó en el olvido ya que fue pronunciada en español contemporáneo y los habitantes de Rombandía solo dominaban el italiano intenso.

 

Cobarde como pocos, Ruperto ignoró la inminente guerra, se refugió en la diplomacia y retrazó la confrontación con el imperio Caracolés mediante artilugios sexuales: enviaba putas a cambio de paz (en Rombandía la palabra «puta» no era considerada un insulto, en cambio «factura con dulce de leche» era uno de los agravios más fuertes, llegando a provocar terribles asesinatos donde era espetado).

 

Amadetti Camadentri, el cocinero del rey Ruperto, harto de la frialdad de éste le envenenó el guiso. No lo mató pero lo paralizó.

Amadetti se calzó el armadura del rey y comandó, impasible, al ejercito rombandeño guiándolo hasta los límites de Trompa (hoy conocida como Roma).

En el camino los Rombandeños, conocidos como el ejército más piola de Italia, se cruzó con Varborenses, Arzobinches, Canabiersos y Mapucheros. Todos se sumaron a la cruzada libertadora y unieron sus lanzas y sus cucharas a las Rombandeñas, esto fue gracias a los chistes que contaba Amadetti Camadentri, siempre tras su armadura, nadie debía saber que era un impostor.

Matones (primero)

Alberto desenfundaba la Chacata y todos se miraban, ansiosos, temerosos, como preguntándose «¿Quién fue el moquero?» pero Alberto era tan intermitente (característica por la cual lo apodaban Alberto «La Baliza» Gomez) que se emborrachaba y chacataba a cualquiera, sin distinción de raza, clero o equipo de fútbol.

Una de las historias que contaba el viejo esquizofrénico Eusebio no tenía nada que ver con La Baliza, pero la contaba tan bien que merece el comentario.

Elevó su mano izquierda y extendió el dedo índice, firme, comenzó a girar, como buscando un objetivo para chacatear. José Hermenegildo Serafín Sanchez Ordoñez Bogado Antún tosió, todos lo miraron, todos menos el Polo Manfredi, que había nacido ciego, pero como todo no vidente fue el primero en percibir el sonido.

El silencio era tal que se podía escuchar como la Chacata de Alberto se acomodaba en dirección a José Hermenegildo Serafín Sánchez Ordóñez Bogado Antún. La Chacata de Alberto era conocida en todos los boliches de barrio Alberdi, más que por su historia, porque era la única en todo Córdoba, y La Baliza Gómez la manejaba como nadie, cualidad que le era propia por la misma razón que proveía de fama al artefacto: era el único que lo manejaba, nadie vio nunca otra Chacata por lo tanto a ningún chacarero para comparar con Alberto.

José Hermenegil… (vamos a decirle Pepe para ahorrar lubricación ocular) Pepe tragó saliva, Ramón, el dueño del boliche no sabía si intervenir o no.

La Chacata y Pepe se enfrentaron, temblaba el aire, nadie se movía, nadie respiraba.

Cuando se daba por hecho que Pepe iba a ser chacateado se abrió la puerta que daba a la calle, una silueta se dibujo con un fondo penumbroso, a lo lejos en la fría noche se podía divisar el imponente cementerio San Jerónimo.