Tengo un puñado de caramelos gomita que se ponen pegajosos, blandos. La sensacion es desagradable, odio todo, absolutamente TODO lo que sea pegajoso, más aún si es comestible.
Nunca como caramelos gomita pero hoy me levanté con un puñado de caramelos gomita que, al parecer, tuve en mi mano toda la noche, ya es una especie de masa uniforme que no me permito ver, ya la palpo nauseabunda, la visualización puede ser un detonante, agradezco mirando el paquete vacío en el piso, agradezco a su fabricante, porque no emanan hedor, son gomitas, son frutales, si esto tuviera olor a mierda, se sumaría la tan efectiva participación del olfato y quizás, con suerte, solo vomite lo deglutido ayer.
Tengo un puñado de caramelos gomita y no soy capaz de desarmar mi puño, por el contrario, aprieto, más, más, más, así que todo ahí se vuelve más y más desagradable.
No puedo huir, no puedo abrir, no puedo espiar, no quiero oler ¿Hasta cuándo puede uno soportar? Salgo de bañarme, me voy a trabajar.
Soy un triste empleado de call center, nunca elegí este trabajo, pero soy la pequeña y volátil creación de un escritor poco talentoso, vulgar, tan común que me mete a trabajar en un call center para que yo, desde adentro, pueda decir que no soporto que a un pelotudo se le diga lider, que a un grupo de pelotudos se les diga team, que a una “manada de pelotudos” se les diga “manada de pelotudos” pero en inglés, no lo soporto, no puedo ir al baño, me preguntan que me pasa en la mano y no soy capaz de decir que desperté con un puñado de caramelos gomita y que, aún a media mañana, no entiendo bien porqué.
Vuelvo a mi hogar luego de vivir una patética y triste vida de call center, necesito el dinero, no se si puedo fundamentar eso, pero lo necesito.
Duele, duele la muñeca, me explica mi vieja que son los tendones, que me duelen de tanto presionar, que tome la leche que me preparó y que no sea tan estúpido, que ya tengo casi treinta años y que me sigo portando como un pibe de 15, que me llamaron dos veces y que ninguna fue una chica, que si ando bien, que en qué ando, que por qué no me llaman chicas.
Tengo un puñado de caramelos gomita y temo no superarlo, ¿es biodegradable el caramelo gomita? Me pregunto una y otra vez, en caso de serlo ¿Se volverá parte de mi mano o solo se pudrirá? Y si se pudre ¿Me infectará la mano o también se volverá parte de mí? Tiemblo con solo pensarlo, la putrefacción provocaría que el olfato haga de las suyas, y si pierdo concentración en un incontrolable vómito, puedo llegar a soltar los caramelos gomita, y verlos, ya presos de las bacterias, y la visión, ¡Oh! ¡La visión!
Tengo un puñado de caramelos gomita y eso que a mi no me gustan mucho los caramelos gomita, una vida por delante, una camisa que no soy capaz de estrenar porque es “muy camisa” y yo soy mas “remera” o “camisa que parece remera”, una esperanza de acero y un temor incontrolable.
Lo más tangible, por ahora, es el puñado de caramelos gomita.
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