«¿Te puedo dar esto por los cinco?

moneda

La gente llora porque el kiosquero le da un caramelo por los cinco centavos. Llamo al ejercicio. ¿Cuántas veces tenés una moneda de cinco centavos? ¿Cuántas veces regalaste una moneda de cinco centavos? Las has dejado dormir eternamente bajo el ropero, bajo tierra, la has usado de collar, las has abandonado siempre, a su suerte, nadie respeta las monedas de cinco centavos salvo ella que siempre tiene una moneda de cinco y una sonrisa de millones, pero nadie las respeta, el respeto máximo que recibe una moneda de cinco centavos se manifiesta cuando el kiosquero te la quiere transformar en un caramelo alka, masticable, o lo que sea que salga cinco centavos. Si, soy kiosquero. “los kioscos tienen que tener cambio” Coincido, pero, si abandonamos la fantasía de que tras el mostrador el kiosquero tiene una maquina en la cual inserta un billete de cien pesos y por el otro orificio se despide el mismo importe pero en monedas, nos daremos cuenta de que, en algún momento, el kiosco se quedó sin cambio, siempre tendrás otro para variar tu suerte.Una estadística que saqué simplemente por estar dos años atrás de esa ventanita, es la de que, de cada unos cincuenta clientes, solo uno entrega alguna moneda de cinco centavos, un dato importante.Sumado a que no quiero hablar de comparaciones, de cuando pensamos que un kiosquero se está haciendo millonario por monedas que, lejos de adueñárselas, las convierte en un caramelo, o sea, producto del valor equivalente a la susodicha moneda. Pero cuando la boleta de teléfono llega con cincuenta pesos más, boleta emitida por una multinacional que sí, se está haciendo millonaria, más millonaria, nos limitamos a decir “que hijos de puta, me están cagando” para luego ir y, pagarla, quizás eres uno de los pocos iluminados que disponen del tiempo y la voluntad para recorrer los vericuetos de la burocracia para llegar a que te perdonen esos cincuenta pesos habiendo gastado sesenta en tiempo.Resumiendo: si quieres que tus cinco centavos se respeten, respeta tus cinco centavos, paga justo, no rompas más las pelotas, en un kiosco, en un banco, en un taxi, en un almacén, no vas a encontrar los cinco centavos que dejaste abajo del ropero.